LA CAMPAÑA del No fue un enorme movimiento ciudadano donde miles de personas actuaron motivadas por el bien superior de restaurar la democracia. Esa gran movilización de energía humana logró su objetivo y provocó un gran salto adelante en la evolución de la nación chilena. Ahora es el momento de dar otro salto aún más alto, porque las nuevas condiciones lo exigen.
Mientras el sistema actual concentra el poder económico, político y cultural, la tecnología se encarga de distribuir y “enredar” todo tipo de poder, de sacarlo de las manos de los que habitualmente lo han detentado y diluirlo en las manos de todos. Estamos comenzando la era del poder diluido, donde los ciudadanos premunidos de sus teléfonos inteligentes, conectados a las redes sociales y en línea con los medios de comunicación, se auto-convocan para resolver los problemas que les atañen.
La sociedad hiper-conectada tiende al autoservicio político. Lejos de esperar que las soluciones vengan de una autoridad, de un experto o un representante político, las personas actúan para que las soluciones salgan de su experiencia real y de su actuación directa. Esta nueva lógica del poder fue magistralmente expresada por Iván Fuentes, el vocero de Aysén: “Ellos tienen acciones en lucas, nosotros tenemos acciones en vida”. Este nuevo accionista ciudadano tiene en jaque los proyectos energéticos, mineros o industriales que pretenden actuar bajo las reglas habituales. El nuevo socio les examina sus proyectos y se los objeta, les fiscaliza sus operaciones y se las paraliza; les cuestiona, incluso, la legitimidad de sus utilidades. Pocas pasan la prueba.
El drama de hoy es cómo procurarnos un sistema político capaz de responder a una ciudadanía empoderada que repudia a sus representantes y quiere participar directamente en la toma de decisiones que les afectan. Hay un par de complejidades adicionales. La primera, es que hoy las mayorías son circunstanciales y se forman para resolver problemas prácticos de vida. Por ende, los líderes también terminan siendo circunstanciales. Probablemente, la legitimidad ganada en Aysén por Iván Fuentes o en los temas de la educación por Camila Vallejo se diluiría si éstos pretendiesen extender ese liderazgo hacia otros campos.
La otra complejidad es que la noción misma de poder está en entredicho. Como música de fondo que contribuye al desprestigio del poder, abundan los casos de abuso de la autoridad política, religiosa, policial, municipal, escolar y también de las empresas. No se le reconoce autoridad a la autoridad, y por eso se la elude o cuestiona. No basta que el gobierno cumpla metas, ni que el empresario dé puestos de trabajo, ni que el crecimiento necesite más energía; importa cómo lo hacen. Por eso los liderazgos nuevos son éticos, ya que provienen de un reclamo por instaurar la igualdad, la integridad, la justicia, la equidad, la probidad y el bien común que han quedado en el camino de la ciega persecución del éxito de las cifras.
Para tener una oportunidad en este mundo “enredado”, debemos preocuparnos del pleno desarrollo humano y social de Chile, donde los individuos puedan desplegarse libremente para aportar su valor al bien común y vivir en una comunidad donde haya afecto social, seguridad, confianza y, por lo tanto, felicidad.
EUGENIO GARCÍA
Fuente: La Tercera