COLUMNAS

ERUPCIÓN EN CHILE

21 de junio de 2011

CHILE ENTRO en erupción: el poder está pasando de las manos del mundo político y de las empresas a los ciudadanos y clientes. Cansadas de ser desoídos, mal atendidos y abusados, las personas salen a las calles de las ciudades y a los muros de las redes sociales a expresar su malestar contra un sistema que trae prosperidad, pero que les exige sangre, sudor y lágrimas. Más aún cuando ese sistema concentra la riqueza y el poder a niveles vergonzantes.

Chile se entregó al sistema de libre mercado con entusiasmo y fe, confiando en que la competencia, la ley y los organismos del Estado eran reguladores suficientes, y guardamos en un cajón bien cerrado la ética, el bien común y la mirada de largo plazo.

Embriagados con las cifras, no vimos la realidad. Terminamos construyendo un sistema económico donde importan más los intereses de los accionistas que la satisfacción de los clientes y un sistema político donde importa más el reparto del poder que la construcción de una sociedad justa y sustentable.

La rebelión contra HidroAysén es más la crítica a un sistema que no escucha a sus ciudadanos que protesta ambientalista. La rebelión de los estudiantes se asemeja mucho al reclamo de un cliente mal atendido que exige una solución que, por largos años, nadie ha podido darle.

No se trata esta vez de dejar de prosperar, de botar todo lo logrado, sino de seguir haciéndolo sin abuso, con justicia, con transparencia, siendo tratados con el respeto y la consideración que merecen ciudadanos y clientes plenamente capaces. La indignación de fondo es que hoy en Chile el beneficio personal se impone sin contrapesos al bien común y eso nos tiene hartos.

El caso de La Polar, tenga el desenlace que tenga, se convertirá en un hito. Es tan patente el abuso y la negligencia, tan evidente, que ni las auditorías ni las fiscalizaciones son suficientes si no hay honestidad de base en el corazón de las empresas, que muchos están poniendo sus barbas en remojo.

Al mismo tiempo que los ciudadanos se movilizan, se oponen y cambian el mapa del poder, cunde el desconcierto en la clase política. Atrapados en sus viejas prácticas hablan lo mismo de siempre, se disputan por las mismas añejas tonterías, se descalifican unos a otros y muestran una sordera difícil de entender cuando es tan patente el desprecio con que los evalúa la ciudadanía.

Esta vez se trata de una rebelión sin líderes. Las personas convocadas unas a otras a través de las redes sociales, armadas de las cámaras de sus celulares y de sus tuiteos y retuiteos, son capaces de remecer los cimientos del sistema. Ya no hay vuelta atrás, con ciudadanos y clientes empoderados y conscientes, los poderes políticos y económicos están obligados a cambiar.

La evolución cultural que emerge colectivamente es intensamente democrática y respetuosa, considera también a las minorías y a los que no son capaces de consumir. Todos tienen algo que aportar cuando se trata de avanzar sin depredar, de colaborar y no competir, de incluir y no discriminar.

¿El objetivo común? Construir juntos una nación justa, creativa y sustentable, donde cada uno pueda desarrollarse plenamente y todos puedan colaborar para crear valor y hacer un aporte relevante al mundo.

EUGENIO GARCÍA

 Fuente: La Tercera