COLUMNAS

EL PRECIO DE LAS CIUDADES

5 de febrero de 2013

La disputa por el destino final de la Fénix 2 revela un problema de fondo: gran parte del valor que Chile es capaz de producir tarde o temprano se concentra en Santiago.

Acá están las mayores atracciones, la mayor cantidad de empresas y puestos de trabajo; la diversión, la variedad, los espectáculos artísticos. Acá vive la mayoría de los creadores, están las principales universidades y se multiplican las oportunidades de todo tipo. El poder político, administrativo, económico, periodístico y cultural está en Santiago. Es imposible que Copiapó se quedara con la famosa cápsula a menos que el poder santiaguino aceptara cedérsela graciosamente.

El resto de las ciudades de Chile no han podido hacerle un contrapeso a la capital  a pesar de que durante el siglo XIX y principios del XX Valparaíso llevó el liderazgo de la industria, el comercio, la banca y la innovación en el país.

La concentración del valor en la capital es un problema para el desarrollo: se produciría más valor si hubiera dos o tres ciudades capaces de competir por atraer a los mejores profesionales, los mejores colegios, las universidades más prestigiosas,  los mejores espectáculos, las casas matrices de las empresas.

Dos o tres ciudades potentes y atractivas generan más desarrollo para el país que una sola.  Todos los países desarrollados tienen más de una ciudad importante y la competencia entre ellas por destacarse y generar más valor inevitablemente enriquece la vida de sus habitantes.

La descentralización tal como se ha intentado hasta ahora no ha logrado nada. No es posible competir realmente con Santiago si no se puede manejar una variable clave de la competencia: el precio. No puede costar lo mismo vivir en Santiago, una ciudad llena de atractivos que en Copiapó que tiene lo suyo pero que puede ofrecer tanto menos a sus habitantes.

Si las ciudades pudieran manejar el precio a través de los impuestos, patentes comerciales, contribuciones e incentivos, podrían hacer estrategias para atraer profesionales, empresas e instituciones que aumentaran el atractivo de vivir, trabajar e invertir en ellas.  Esa es la clave para desarrollar una ciudad: llevar nuevos habitantes que aporten estándares más altos, exigencias mayores, diversidad y masa crítica.

Un ejemplo de esta afirmación es lo que ocurrió en Puerto Montt – Puerto Varas que dio un gran salto en calidad de servicios, de infraestructura y de oferta de esparcimiento gracias a la llegada masiva de nuevos habitantes con mayores exigencias,  atraídos por la industria del salmón. Algo similar está ocurriendo en Valparaíso donde el turismo y nuevos habitantes que han refaccionado las construcciones tradicionales están dándole un nuevo impulso a la ciudad.

Pero ello no es suficiente.  Un desarrollo de largo plazo no puede estar apoyado en una sola industria.  La variedad es condición esencial para que una ciudad adquiera potencia creativa y se transforme en un lugar atractivo para vivir y desarrollarse.

Si a usted  que es profesional le bajaran los impuestos por instalarse en La Serena, si le cobraran la mitad en contribuciones, en permisos de circulación y le dieran un subsidio a la educación de sus hijos, ¿no lo consideraría seriamente?

Si a su Pyme la Intendencia Regional de la Cuarta Región le ofreciera jugosos incentivos para instalarse en Coquimbo, ¿no se iría vivir a La Herradura frente al mar y con un clima privilegiado?

Tal como una empresa que fabrica sus productos y hace sofisticadas estrategias para atraer y satisfacer a sus clientes,  para desarrollarse las ciudades deben crear estrategias para atraer a los mejores profesionales, los mejores artistas, las mejores empresas, los mejores espectáculos, los mejores sistemas de seguridad y transporte. Para todo ello,  es fundamental que puedan manejar sus precios.

Con más ciudades importantes compitiendo por generar más valor, todos ganaríamos y nadie discutiría dónde debiera quedar la Fénix  2.

EUGENIO GARCIA